Los habitantes del kibutz Be’eri, a cinco kilómetros de Gaza, nunca llegaron a sentirse parte de la primera línea de un conflicto.
Ahora parecen sentirlo. Sus calles vacías son muestra de la furia.
En la casa donde siete miembros de la familia de Gilad Korngold fueron tomados como rehenes por Hamás el 7 de octubre es difícil encontrar cualquier señal de vida familiar.
Los disparos de ametralladora han abierto agujeros en las paredes; las habitaciones están derrumbadas y destruidas por el fuego y las balas han agujereado las puertas metálicas.
“¡Mira esto!”, exclama Gilad, conteniendo las lágrimas, mientras entramos.
“Mira cómo nos odian”.
Los kibutz son comunas agrícolas israelíes que fueron un fenómeno único por ser un experimento socialista y de democracia radical que logró ser notablemente exitoso.
Dolor familiar
La puerta de la habitación de seguridad resistió los disparos, pero las persianas de acero del exterior salieron volando. Ahora, su familia se ha ido.
Entre ellos su hijo Tal, su nuera Adi, su nieto de ocho años Naveh y su nieta de tres años Yahel.
Es la primera vez desde el ataque que Gilad ve la casa, que pertenece a los padres de Adi.
“Tomará generaciones reconstruir el kibutz, si es que construyen uno nuevo”, dijo a la BBC.
“Creo que muchas personas ya no regresarán”.
No fueron las casas lo único destrozado, sino también la promesa que Israel hizo a su pueblo de que podía mantenerlos a salvo, incluso a cinco kilómetros de un territorio dirigido por un grupo como Hamás, comprometido con la destrucción de Israel.
“Fue una ilusión”, dijo Gilad. “Durante 25 años, fue una larga ilusión. Esto es lo que todos pensábamos: que aquí estábamos seguros y éramos fuertes. Pero después de que esto sucedió, espero que alguien despierte y comience otra estrategia”.
Las presiones sobre el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, son evidentes.
Tanto él como sus fuerzas armadas tienen por delante la difícil tarea de reconstruir la confianza en la capacidad de Israel para proteger a su pueblo.
Al mismo tiempo, está aumentando la presión pública sobre el gobierno para que garantice el regreso de más de 200 rehenes retenidos en Gaza, entre ellos el hijo, la nuera y dos nietos de Gilad.
Mientras las negociaciones secretas continúan, Hamás ha sugerido que podría liberar a los rehenes a cambio de todos los prisioneros palestinos recluidos en las cárceles de Israel.
Muchos familiares, incluido Gilad, dicen que Israel debería hacer lo que sea necesario.
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