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El científico que decidió vivir en una cueva “en la oscuridad, sin saber la hora” y lo que mostró sobre nuestra relación con el tiempo

Ya sea que uses tu celular o un reloj, es probable que varias veces al día los mires para saber la hora.

El tiempo cumple un rol fundamental en nuestras vidas y por eso incluso las civilizaciones más antiguas buscaron la manera de medirlo, utilizando como referencia el sol.

Pero ¿qué pasaría si no supiéramos cuándo es de día y cuándo de noche? ¿Y tampoco tuviéramos un aparato que lleve el registro del tiempo?

Eso es lo que se preguntó en la década de 1960 un joven geólogo francés llamado Michel Siffre.

La incógnita de Siffre surgió en el contexto de la llamada carrera espacial, como se conoció a la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética por conquistar el espacio.

En 1961, el soviético Yuri Gagarin se había convertido en el primer humano en viajar al espacio, orbitando la Tierra durante 108 minutos.

¿Qué pasaría si los humanos pasáramos más tiempo en el espacio?, se preguntó Siffre. ¿Cómo afectaría nuestro ciclo de sueño?

Para responder a esa pregunta, en vez de viajar hacia afuera del planeta, se fue para adentro.

Hombre de la caverna

Siffre, quien falleció el pasado 25 de agosto a los 85 años en Niza, era un espeleólogo, como se conoce a los científicos que estudian las cuevas.

En 1962, con solo 23 años, llevó a cabo uno de los experimentos más famosos en la historia de la cronobiología humana, campo que ayudó a fundar, dedicado a entender los mecanismos de los ritmos biológicos.

Getty Images: Siffre ingresó en la cueva subterránea el 16 de julio de 1962 y salió el 17 de septiembre.
Acampó dos meses en una cueva a 130 metros de profundidad, solo y con una lámpara de minero como única fuente de iluminación, que utilizó de manera moderada para preparar su comida, leer y escribir en su diario.

Decidí vivir como un animal, sin reloj, en la oscuridad, sin saber el tiempo“, explicaría en 2008 en una entrevista con Joshua Foer de la revista Cabinet.

Siffre realizó su experimento en un glaciar subterráneo en los Alpes que había descubierto un año antes.

“Puse un equipo a la entrada de la cueva. Decidí que los llamaría al despertarme, al comer y justo antes de irme a dormir. Mi equipo no tenía derecho a llamarme, para que yo no tuviera ni idea de qué hora era en el exterior”, detalló.

De esta forma, logró demostrar que los humanos tenemos un “reloj biológico“.

Aunque, la sorpresa fue descubrir que ese reloj no se regía por un día de 24 horas, como suele ocurrir en nuestra vida diaria.

Tiempo detenido

Durante las ocho semanas que permaneció en la cueva, Siffre comió y durmió solo cuando su cuerpo se lo pedía.

Además de informarle al equipo en superficie cada vez que lo hacía, el científico también realizaba dos chequeos: se medía el pulso y contaba de 1 a 120.

Fue lo segundo lo que llevó a uno de los descubrimientos más asombrosos del experimento.

El objetivo era que Siffre contara hasta 120, tardando un segundo por dígito, mientras sus colaboradores tomaban registro del tiempo real.

Fue así como se dieron cuenta de que el científico llevaba un registro de tiempo mucho más lento.

“Me llevaba cinco minutos contar hasta 120. En otras palabras, psicológicamente experimenté cinco minutos reales como si fueran dos”.

Getty Images: El tiempo en la cueva, alejado de toda referencia natural o artificial, pasó más lento.

Esta sensación de tiempo ralentizado se confirmó cuando Siffre finalmente salió de la cueva.

Habían pasado dos meses, pero el científico estaba convencido de que solo había pasado uno.

“Mi tiempo psicológico se había reducido a la mitad”, señaló.

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